Mi primera entrada, hace 15 años, se trató de un perro mordiendo un tapete.
Eventos extraños, irrelevantes, huracanes en una taza de café mantuvieron nuestros relojes moviéndose, pero el tiempo siempre se detuvo cuando leíamos en las tardes. Mi lugar seguro fue tu respirar, el sube y baja de tu pecho que usaba como mi almohada.
Mi mamá me recordaba que si no encontraba otra razón para vivir, recordara que tenía que resistir hasta la próxima vez que te viera. Que si pensaba en hacerme daño, pensara que te lo estaba haciendo a ti.
Tuya fue la mirada que me encontró cuando no veía nada más.
Yo soy tuya y tú siempre serás mío.
Mi perro.
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